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ANTONIO CAMPILLO, ESCULTURAS 1957 - 2008



Vinculado a aquellos creadores que, a partir de la década de 1940, apostaron por la progresiva renovación de nuestra escultura figurativa –modernización que partirá tanto de la ruptura con la tradición académica y las formas de raíz barroca, vigentes durante aquellos años de posguerra en los que buena parte de la práctica escultórica nacional estuvo vinculada a la recuperación del patrimonio religioso perdido y/o el encargo oficial, como de la asimilación de las conquistas de las primeras Vanguardias respecto a la importancia expresiva concedida a la materia y la atención continuada que en España se prestó a la evolución de la figuración contemporánea realizada en Italia al amparo del Ritorno all'ordine– Antonio Campillo Párraga (Era Alta (Murcia), 1926 – 2009) está considerado por la crítica especializada como uno de los principales escultores murcianos de la segunda mitad del siglo XX.

Formado en Murcia, donde tras iniciarse en el taller del escultor Juan González Moreno continuó su aprendizaje en la Escuela de Artes y Oficios local, y Madrid, ciudad a la que llegó por primera vez en 1946, tras ser pensionado por la Diputación provincial de Murcia, para cursar estudios en la Escuela de Bellas Artes de san Fernando, desde su más tierna juventud Campillo mostró una excepcional predisposición para la Escultura y, especialmente, el modelado. Unas cualidades que pronto quedaron patentes en los reconocimientos que recibió en su tierra natal tanto durante sus años de formación en Madrid (1946-1953), como en los meses inmediatos a la terminación, con honores, de sus estudios: Segundo premio en la Exposición de Artistas Nóveles (Murcia, 1946), Segundo premio en la Exposición Provincial de Bellas Artes (Murcia, 1948), Primer premio en la Exposición Provincial (Murcia, 1950), Primer premio de escultura en la V Exposición de Artistas Regionales Murcianos (Cieza, 1953), y el Premio Francisco Salzillo de 1953. Relevante galardón de ámbito nacional que en 1969 ganaría por segunda vez.

Tras unos primeros años en los que hubo de centrar sus esfuerzos en la ejecución de encargos religiosos para parroquias y cofradías murcianas, obras en las que, como podemos observar en los ejemplos expuestos en la sala monográfica que el Museo Ibáñez de Olula del Río (Almería) le dedica, Campillo hizo gala de un incipiente lenguaje personal en el que fusionó tradición y modernidad para, partiendo de la idealización renacentista, depurar las formas y concederle a sus figuras la serenidad y simbolismo acorde a la espiritualidad contemporánea, en 1966 Campillo inició una dilatada carrera docente que le llevó a impartir clases de modelado tanto en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, ciudad en la que se afincó hasta 1971, como en la madrileña Escuela de Artes situada en la calle La Palma. Una institución a la que estuvo vinculado desde 1977, tras obtener plaza por oposición, hasta su jubilación.

Escultor de dilatada carrera docente, tras el abandono, casi definitivo, de la temática religiosa, a comienzos de la década de 1960 Campillo comenzó a explorar nuevas vías de expresión que pronto, influido tanto por la realidad contemporánea y las experiencias vividas durante sus viajes por Italia, Francia –donde admiró la obra de Rodin, Maillol y Degas– y Alemania, como por su insobornable preferencia por lo figurativo y su sentido clásico de la Belleza, le harían derivar en una intensa poetización de lo cotidiano a través de unas figuras de formas y volúmenes rotundos, de tradición mediterránea, dotadas de un especial dinamismo y fuerza expresiva. Una apuesta que, influido por las propuestas de renovación representadas por artistas como Marino Marini o Giacomo Manzù –escultores cuyas obras pudo admirar tanto en las exposiciones de arte italiano que en Madrid tuvieron lugar en 1948 y 1955, como durante sus estancias en Italia, y cuyos ecos se presienten cercanos en Campillo– rápidamente le llevarían a entroncar con la modernidad figurativa española y a exponer, a partir de 1968, en algunas de las principales galerías de Córdoba, Madrid y Murcia.

Unas salas comerciales en las que, al igual que en los espacios oficiales de Murcia que a partir de 1999, tras su retorno definitivo a la ciudad, comenzaron a mostrar su obra con carácter antológico –Centro de Arte Palacio Almudí (1999), Sala de exposiciones de la CAM (2003), Palacete de la Seda (2005), Sala de san Esteban (2006), etc–, Campillo mostró una y otra vez su particular universo creativo y simbólico, a la par que su constante evolución técnica, a través de un reducido número de temas recurrentes, todos ellos presentes en la selección expuesta en la pinacoteca de Olula del Río: el mundo de los caballos –solos o montados por jinetes o amazonas–, figuras femeninas, generalmente desnudas en su intención simplificadora, en actitudes cotidianas –sentadas, de pie, recostadas…–, maternidades, la tauromaquia o las ciclistas.

Un cosmos esencial, tanto en el lenguaje elegido como en la forma de afrontar los temas trasladados a la materia, y al que habría que sumar su magnífica aportación al retrato contemporáneo –como queda patente en la selección aquí presentada–, poblado por figuras amables y fácilmente comprensibles. Unas figuras de formas simplificadas, en las que el creador huirá del detalle excesivo en su atención constante a la expresividad del material y la huella que en éste deja el artista durante proceso creativo, que permiten al escultor establecer un cuidado equilibrio volumen/hueco –notorio en sus mujeres sentadas en sillas o mecedoras de frágiles estructuras en ocasiones dispuestas en arriesgadas posiciones, casi desafiantes, y en sus ciclistas, cuyos simplificados vehículos conceden a las mismas un elegante dinamismo–, y que se insertan con naturalidad en nuestra realidad espacial, siendo el espectador quien finalmente culminará, con su mirada y perspectiva, la labor iniciada por Campillo en el mismo momento de la observación del natural que después, con sabias manos, llevaría al barro o la escayola.

Juan Manuel Martín Robles

Director de la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino



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