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UN CUADRO DE RAMÓN CASAS SE INCORPORA A LA COLECCIÓN DEL MUSEO IBÁÑEZ.




Se trata de una obra maestra del mejor período del artista.


El Museo Ibáñez de Olula del Río acaba de incorporar a su colección permanente una excepcional obra de arte. Se trata de un cuadro de Ramón Casas (Barcelona, 1866 – 1932), el más importante pintor del modernismo catalán y uno de los más significativos creadores españoles, junto a Sorolla y Zuloaga, de finales del siglo XIX y

principios del XX. La obra está firmada y fechada en 1894, período de plena madurez creativa del artista. Es un retrato de la niña María Navas, de 60 x 50 cms, sentada en un silloncito con su muñeca de trapo, en un interior en el que destaca, a la derecha, el ángulo de una mesa sobre la que figura un bellísimo bodegón de rosas deshechas. La retratada, de unos seis años de edad, era hija de un vendedor barcelonés de pianos, íntimo amigo de Casas y del compositor Isaac Albéniz. Los tres organizaban tertulias en casa del primero con cierta frecuencia. El Sr. Navas encargó a Casas el

retrato de su hija, que el pintor ejecutó con el esmero y cariño de una obra hecha motu propio. De hecho, existe otra versión del mismo retrato, mucho más inacabada, probablemente un estudio preparatorio para el definitivo, que el propio Ramón Casas guardó para sí toda su vida. El cuadro final, que ahora se incorpora al museo olulense,

está pintado con una elegancia y virtuosismo extremos, habituales en este grandísimo pintor. Los retratos infantiles, de una delicadeza y candor excepcionales, suponen un apartado significativo dentro de la producción de Casas, siendo éste uno de los mejores por su magistral composición y por la belleza de su colorido, que lo convierten

en una obra maestra dentro del corpus global del artista. Se trata, por tanto, de una apuesta cultural importantísima para la provincia de Almería, que incrementa así su patrimonio histórico-artístico con obras de primer nivel gracias, una vez más, a la política de adquisiciones del museo Ibáñez. El cuadro, que figura con el número 245 en el catálogo razonado realizado en 2002 por Isabell Coll, la experta en Ramón Casas, ha permanecido en posesión de la familia de la retratada hasta hace poco, antes de salir a subasta pública en Barcelona. Proveniente también de la familia, ha ingresado igualmente en los fondos del museo olulense el silloncito donde la niña posó para el pintor en 1894, lo que ha hecho barajar a los

responsables de la pinacoteca la posibilidad de integrar este mueble, junto al cuadro, en el discurso museográfico de la exposición permanente. Mientras tanto, el cuadro –presentado hace muy poco por los miembros del patronato de la fundación Ibáñez

Cosentino y Antonio Pascual, alcalde de Olula del Río- ya puede disfrutarse en la sala 17 del museo, en el lugar reservado para la pieza invitada. Después se incorporará a la colección permanente en la sala dedicada a la pintura española del siglo XIX, junto a las

obras de Sorolla, Zuloaga, los Madrazo, Benlliure y otros muchos.



Ramón Casas Carbó (Barcelona, 1866- 1932)

Ramón Casas fue, junto a Santiago Rusiñol, el más importante pintor y creador gráfico del Modernismo catalán. En 1881 viajó a París para formarse como pintor y allí fue discípulo de Carolus Durán, uno de los grandes representantes del realismo francés. Amigo de Rusiñol desde 1889, ambos protagonizaron los más significativos episodios

de la vida cultural de la Barcelona de entre siglos y compartieron bohemia en Montmartre. Casas forjó su estilo en París, en las influencias recibidas de los modernos Manet y Degas, principalmente. Su poética, sutil y exquisita, milita dentro de un naturalismo cercano a Whistler, de un virtuosismo técnico deslumbrante, acaso solo comparable en su tiempo con artistas como Joaquín Sorolla, Zorn o Sargent. Cultivó todas las temáticas, pero son, principalmente, los interiores y los retratos su más sobresaliente aportación.

Como dibujante, nos legó el más deslumbrante conjunto de retratos de artistas e intelectuales de su tiempo, ejecutados mayormente de cuerpo entero y al carboncillo, con tal soltura, maestría y capacidad de captación, que muchos críticos afirmaron en

su época que si se les tapara la cabeza, el parecido seguiría siendo identificable por el resto del cuerpo. Como editor y creador gráfico parió en 1899 la mítica revista Pèl y Ploma y fue autor de los mejores carteles publicitarios de la España de su tiempo, como el célebre de Anís del Mono de 1898 o el del Cava Codorniu. Como animador cultural promovió la creación y acción cultural de la mítica cervecería Els Quatre Gats, donde expusieron, bajo sus auspicios, artistas como Nonell o el joven Pablo Picasso.

Casas fue un artista ampliamente premiado y reconocido en vida, tanto por los gobiernos franceses como españoles. En 1904 recibió la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid por su obra “La carga”, monumental pintura que ilustra las manifestaciones anarquistas y revolucionarias reprimidas por la

Guardia Civil, tan comunes en la época. Al final de su vida casó con Julia Peraire, una joven vendedora de lotería, y heredó de su madre el monasterio medieval de San Benet de Bages. Allí se retiraba a pintar con frecuencia sus interiores y jardines, usando a Julia -disfrazada de monja- como modelo.

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